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La muerte convertida en vida
Marina Seijas Rosende.

Dos hombres hablan de amor a las afueras de un edificio. Un joven con la ropa ensangrentada fuma mientras observa cómo una cuerda levanta un peso muerto. Un grupo de personas celebran el gol de su equipo de fútbol favorito. Detrás, y mientras la celebración del gol sigue, un hombre descuartiza una vaca que, hace pocos minutos, estaba caminando, sujeta por la cornamenta, entre unos fanáticos que no pierden de vista la televisión, hacia un suelo de baldosas llenas de sangre. Ese mismo suelo que ahora es su tumba. Varios montones de piel animal, todavía teñidos de rojo, ocupan un habitáculo del edificio.

Roundabout in my head es un documental experimental de 100 minutos dirigido por Hassen Ferhani, que narra, de manera poco común, la historia de un grupo de trabajadores en un matadero de animales de Alger. Con planos largos y estáticos que encuadran conversaciones en ocasiones un tanto banales, y una fotografía gélida pero encandiladora, el director nos muestra, a través de la cotidianeidad de un grupo de personas que fuman y ven la televisión mientras hablan del presente y el futuro, la deshumanización y la falta de sensibilidad de las mismas, tan acostumbradas y marcadas por la muerte más allá de las pareces del edificio en el que trabajan todas las noches. 

Con todos estos rasgos se adereza un guion correctamente estructurado y bastante pausado con el que, a través de las metáforas entre el tiempo presente dentro del matadero y el tiempo pasado en Oriente Medio, Hassen Ferhani construye una oda a la vida a través de la muerte. Un film dramático, de carácter pictórico y poético, que nos hace navegar en un mar de transfondo trágico-social a través de una serie de cuadros donde la vida de un grupo de humanos y la muerte de cientos de animales bailan en perfecta sintonía, al ritmo de música popular argelina, sobre una puesta en escena cargada de tonos rojizos como la sangre y marrones como el desierto de Argel.