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Con Quo Vadis, Aida?, Jasmila Zbanic continúa su particular exploración de la guerra de la ex Yugoslavia y sus consecuencias a través de una película sobria y escueta, pero también, en ocasiones, un tanto desorientada. Estamos en Srebrenica, en 1995, cuando las tropas serbias del general Mlàdic toman la ciudad y confinan a miles de personas con la promesa de evacuarlas. Todo el mundo sabe cómo terminó esta historia, por lo que no insistiré en ello. Prefiero decir que Zbanic contempla la situación desde dos puntos de vista: por un lado, intenta reconstruir los hechos con fidelidad no exenta de suspense, es decir, aunando realismo y cine bélico-político sin que le tiemble demasiado el pulso; por otro, sigue el rastro de su heroína, una traductora de la ONU empeñada en salvar a su familia contra viento y marea, en lo que quiere ser un retrato femenino  lleno de matices y aristas.

El primero de esos puntos de vista es el más acertado, convierte la película en un relato hábil y a veces apasionante, siempre pudoroso y resistente a cualquier tipo de sensacionalismo, pero tiene el inconveniente de acudir en ocasiones a un cierto maniqueísmo. En cuanto a la protagonista, su lado oscuro y la culpa consiguiente apenas salen a la superficie, en beneficio de una concepción del personaje quizá demasiado monolítica, que la muestra siempre inmersa en un movimiento a veces excesivo, reforzado a su vez por la nerviosa performance de la actriz Jasna Djuricic. Se trata seguramente de un problema de tono, algo que persigue a Zbanic ya desde Grbavica (2006), que se alzó con el Oso de Oro en Berlín. Pero sobre todo estamos ante un juego a dos bandas muy típico de cierto cine de festival, que no quiere renunciar al rigor y el cuidado de la puesta en escena aunque a la vez se muestre decidido a buscar un público más amplio. Pues bien, no duden que, en este sentido, Quo Vadis, Aida? deja ver este debate en sus propias carnes con inusual crudeza.