El aparente arrebato eat the rich de la panameña Ana Endara posiciona en la parte inferior de la pirámide a Ana María, una inmigrante colombiana encargada de atender las necesidades de Mercedes que, emperifollada en oro y perlas, toca una caricaturesca campanita para llamar la atención de la joven empleada a la vez que practica sus rezos cada noche antes de dormir. El jardín de la señora –un fragmento sustraído del Querido Trópico–, la lúgubre habitación del servicio y el estrecho apartamento que posee la colombiana comparten la humedad que Mercedes y su hija Jimena detestan y atribuyen a la falta de medios para disponer de un aparato de aire acondicionado. La conciencia social del film se diluye en pos de la construcción de una feel good movie, mientras Ana María explota el status vulnerable que se otorga a las mujeres encintas con el fin de que la mano privilegiada de Jimena le conceda la nacionalidad panameña. Mutando del drama desgarrador, consciente del desconsuelo de la demencia senil, a una comedia sustentada por lo absurdo del comportamiento de la anciana, la cámara de Endara captura las violencias que las mujeres ejercen sobre otras por su capacidad, o incapacidad, de maternar. El trópico solo es cuidado por las manos humildes de Ana María mientras Mercedes, incesante, se lamenta del calor asfixiante que le encharca los pulmones. Durante el fugaz encuentro en el invernadero de la familia, la cineasta se aproxima a un sugerente equilibrio entre las dos mujeres: Mercedes, sumida en su enajenación mientras se fuma un cigarrillo y observa a Ana María cuidar de sus orquídeas, admite que los problemas de fertilidad no son un castigo divino.

Elena del Olmo Andrade