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Las amapolas bailan con el viento, los juncos acarician el cielo como si de una danza se tratase. En el interior, una ventana y una cortina escuchan atentamente el relato de una madre. Un relato sobre la memoria y el legado.

Paula Gaitán democratiza el acto de creación. Únicamente necesita una cámara y el impulso intuitivo para buscar a través de las imágenes un relato visual que acompañe la historia de su madre. Mezcla vídeos caseros con fotografías fijas, creando un diálogo entre ellas. Sin perder el ritmo atento y reflexivo juega a crear antítesis rítmicas. Vídeos estáticos que se mantienen tanto en el tiempo que parecen imágenes fijas, mientras las fotografías transitan entre ellas con ritmos frenéticos. Experimenta entre estilos estéticos, se apoya principalmente en un naturalismo que busca llevar la cotidianidad al extremo. La silla vacía en la habitación. Las luces que atraviesan la ventana y queman la imagen grabada, la calibración de la luz y reencuadre como parte de la propia historia son algunos ejemplos. El diseño sonoro sigue este mismo camino. Juega a plasmar los sonidos naturales propios de una conversación entre una madre y una hija manteniendo todo lo que puede suceder mientras hablan. El sonido de los coches en la calle, la mosca vibrante que no termina de posarse, las conversaciones cortadas o equivocadas, la cisterna de fondo en la pausa para ir al baño. A través de pequeños retazos sonoros y de imágenes de su entorno vamos conociendo la historia de la familia de la directora, desde una intimidad sorprendente debido a los pocos elementos que aquí se presentan. Todos mantienen esa esencia orgánica y cotidiana, que ayudan a visualizar el universo que madre e hija presentan y ayudan a reformular un discurso y una historia desde diferentes perspectivas.

Tras estos objetos que hacen de autorretrato fílmico se encuentran los reflejos de las mujeres en los cristales, los pies grabados o los laterales robados. La presencia de ambas mujeres se sostiene únicamente por la voz, y por esas sombras furtivas que a veces se cuelan en la imagen, pero el protagonismo de estas se encuentra en el pasado. En la imagen estática de las fotografías que se repiten, o los vídeos grabados en exteriores en los que juegan con los elementos naturales. Abandona por momentos su estilo naturalista para jugar con los colores y con la imagen, se introduce en la fotografía revelada bañando la imagen de color rojo. Contrasta los vídeos que se mantienen en planos estáticos o mantiene la imagen en un color azul, donde solo se percibe el movimiento gracias al ruido visual. Apoya este momento con una reflexión sobre Jackson Pollock, sobre su intuición y vanguardismo a la hora de utilizar los colores. Marca aquí un diálogo directo con la propia película en la forma de seguir la intuición del artista. Por último, cabe destacar también uno de los pocos momentos sonoros de la cinta, importante cuanto menos, ya que la película se estructura a través de sonido ambiente. Galán transforma el ritmo y la cadencia de las imágenes mientras suena Scene D’amour, conocida por ser la banda sonora de Vértigo (Alfred Hitchcock, 1958), momento en que, jugando con el sentido del tiempo en el metraje, rebobina a su protagonista en la imagen y traslada al espectador a través de la música a un pasado. Un eco perdido entre los cortes, los paseos por la casa y ella misma. Una mirada hacia el pasado como la mirada de Kim Novak hacia el bosque de secuoyas milenarias. Clara Tejerina


O Canto das Amapolas (Alemania/Brasil, 2023) de Paula Gaitán, documenta una conversación entre la cineasta y su madre. Un largometraje repleto de posibles lecturas, denso en tanto el fondo como la forma, en la cual estas dialécticas se hacen más visibles. El montaje es la herramienta fundamental de la obra, se habilita un dialogo entre las imágenes del pasado y las del presente. Pero es durante el montaje de sonido, quizás la faceta más elaborada, donde se pueden percibir mejor estas dicotomías temporales. En este trabajo de edición se pueden apreciar varias capas, de las cuales prefiero destacar dos: las que narran el pasado mediante la reminiscencia de la memoria; y los sonidos que captura Gaitán a través de la cámara, aquellos que pertenecen al presente. La lengua (el idioma) se contrapone ante el lenguaje de las imágenes, el acto del habla ante el acto de la mirada. La abuela materna de Gaitán forma el eje en el que esta conversación se desarrolla; se hace hincapié en su capacidad para hablar diferentes lenguas: ruso, alemán, yiddish, hebreo, español y portugués. Y se pueden escuchar frases en varios de estos idiomas durante el largometraje. Por lo cual, la cinta con su primera nota establece de manera directa una dialéctica entre la imagen y el sonido, lo que conlleva una dialéctica entre el lenguaje y la lengua. Las texturas analógicas (8 mm) y digitales, sirven como las texturas propias de la memoria, que no son memoria sino presente.

En un gran detalle intertextual, Gaitán hace uso del tema compuesto Bernard Hermann, Scene D’Amour del Vértigo (EE. UU., 1958) de Alfred Hitchcock, que suena durante el clímax entre Jimmy Stewart y Kim Novak. Una referencia que para nada es aleatoria, pues como en Vértigo, una de las tesis que explora Gaitán es aquella relación entre el tiempo y la memoria, y como esta puede acabar convirtiéndose en una ficción. Pues la memoria contada se transforma en una historia, y toda historia –como dijo Orson Welles– contiene siempre una mentira, a lo que añado, que puede ser también, paradójicamente quizás, una verdad.

Paula Gaitán trae en esta travesía por la memoria su propia herencia fotográfica, con trazos que pueden recordar a D. W. Griffith y Jean-Marie Straub, sobre todo por el detalle con el que graba aquel viento en los árboles, los reflejos de la luz atravesando ventanales y el movimiento del agua. Uniendo la naturaleza material, con la memoria y la historia que nos rodea, sea la tumba de Moses Mendelssohn o una recitación del poema Der Wanderer de Hölderlin. Un largometraje que toma una meditación exhaustiva y profunda de aquellas cualidades que han formado el cine desde sus primeros pasos en la relación imagen-sonido; una labor solamente realizable, de manera fructuosa, por aquellos que entienden la actividad de ‘hacer cine’, el trabajo de contemplar y reflexionar sobre este con el mismo grado de determinación. Un retrato de no solamente una(s) vida(s) poética(s), sino de la poesía de la vida. José Grimalt