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Ilze Burkovska Jacobsen apuesta por la animación tradicional, que complementa con el uso de imágenes de archivo y emisiones televisivas, para retratar la historia de su familia en Letonia, durante la Guerra Fría, y con el país bajo el mando soviético. Se trata de una suerte de memorias animadas, con clara vocación confesional dentro de una narración en primera persona en la que se funden los recuerdos y el relato de iniciación de una joven que se enfrenta a la pérdida de la inocencia. Un film con el que Burkovska Jacobsen consiguió el premio Contrechamp en el Festival de Annecy (el más relevante del mundo en cuanto a animación), y en el que demuestra un importante talento para derribar las fronteras entre los formatos y encontrar una voz propia a través de lo que denomina un ‘documental animado’