Los primeros minutos, casi se podría decir que toda la primera parte, de Los delincuentes es una película de género, una película de atracos a la antigua usanza. Y cuando digo antigua debe entenderse como una descripción de la voluntad y vocación del director, Rodrigo Moreno, la de confrontar al espectador con una intriga que se inspira en el planteamiento argumental de un clásico policial argentino, Apenas un delincuente (Hugo Fregonese, 1949). Del mismo modo, digo planteamiento porque lo que nos propone Moreno es un desarrollo bien diferente que nos lleva del género policial urbano a la abstracción del paisajismo rural, todo ello a lo largo de tres subyugantes horas que constituyen toda una reflexión sobre los propios mecanismos genéricos y su reinterpretación contemporánea. Desde este punto de vista Los delincuentes sería algo así como un resumen de la evolución del propio cine, del clasicismo a la modernidad; algo que, por otra parte, estaría también presente en Trenque Lauquen, de Laura Citarella, una película con la que Los delincuentes compartiría muchos nombres esenciales (Laura Paredes, Inés Duacastella, Ezequiel Pierri, aquí como asistente de dirección) y una misma visión del cine de género, y de la película de misterio en particular, llevándolo hacía territorios antoninianos, allí donde los personajes se pierden y confunden con el paisaje. También su división en dos partes, casi como un díptico que se complementa tanto como se contrapone.
Moreno nos presenta, en primer lugar, a varios trabajadores de un banco, entre ellos Morán (Daniel Elías) y Román (Esteban Bigliardi). Morán ha urdido un plan para robar 650.000 dólares de la caja fuerte, la cantidad exacta para repartir con un cómplice y que les permitirá vivir durante veinte años sin acudir a trabajar al banco… descontando los tres años y medio que cuenta pasar en la cárcel. Ocurre que ese cómplice no existe cuando Morán comete el robo y solo será después cuando le proponga a Román guardarle el dinero durante el tiempo que pase en la cárcel a cambio del 50% del botín. Con este gesto, más que un cómplice, Morán se inventa un doble, la persona que habrá de vivir su vida mientras él vea pasar el tiempo en su celda. Ocurre que las cosas no son tan sencillas, ni para Morán ni para Román, uno acosado en la cárcel por Garrincha, el otro en el banco por Del Toro, ambos interpretados por el mismo actor, Germán de Silva. En sus visitas a Morán y en su viaje para esconder el dinero en un remoto lugar de la provincia de Córdoba, Román conocerá a Norma (Margarita Molfino), pero también a Ramón y Morna, pues bastan cinco letras para poner nombre a los personajes principales. Más tarde sabremos que Morán también conoció a Norma y que Los delincuentes es una película que confronta al género y a sus propios personajes con sus respectivos espejos, en la que unos viven la vida de otros, cuando no están condenados a repetirla. O en la que todo bien pudiera haber sido un sueño porque, quizás, nada es lo que parece y el único destino de los personajes del cine clásico en el marco narrativo del cine moderno no es otro que el de la mera desaparición, como si hubiesen sido tragados por la tierra. Jaime Pena