La época moderna comienza en el momento en que el ser humano empieza a abrir las puertas del futuro. Un concepto puramente occidental, sin cabida en otra civilizaciones puesto que estas postulan imágenes y arquetipos temporales de los que es imposible deducir, inclusive como negación, una idea del tiempo afianzada en la inmanencia de lo duradero. Una idea que se tradujo en pasión desaforada dentro de la esfera romántica, en la que el cuerpo empieza a hablar, planteando la transgresión del orden social más enigmática de la contemporaneidad: la del amor. Virginia García del Pino realiza un ensayo sociológico en torno al amor y sus derivas mercantilistas tomando como punto de partida la noticia de Albert Cavallé, El estafador del amor. Un hombre que contactaba con sus víctimas a través de aplicaciones y páginas web de citas para enamorarlas, embaucarlas y robarlas.  Este film en train de se faire ahonda en la imagen-tiempo deleuziana para dialogar con unos asistentes/actores/creadores/críticos cuyo núcleo experiencial no está presidido únicamente por la acción, sino por la reflexión.

Si bien las obstinaciones y desengaños ya habían ocupado un lugar central en las creaciones artísticas, la realizadora incidirá en esta nueva conceptualización, marcada por el cambio de paradigma relacional y la extrema capitalización del amor, para comprender e intentar responder a los interrogantes que trae consigo este proceso de idealización extremo. Un proceso que no solo ha justificado un falso enaltecimiento del ideal amoroso, sino también la proliferación de dinámicas de abuso de poder y dominación. Su condición experimental no decrece por su puesta en escena austera, sino que se potencia a través de la desautomatizacion de la música en directo de compositora Maite Arroitajauregi (Musergo), entablando una extraña alianza entre símbolos y metáforas, entre teoría y vivencia; entre la pura pasión y la sensibilidad de representar lo natural y genuino de su artificio. Felipe Gómez Pinto