Print Friendly, PDF & Email

Sorprende recordar que Philippe Garrel abordase sus relatos desde la absoluta trascendencia y que, sin embargo, su hijo Louis conciba el cine desde lo puramente lúdico. Esto, que podría situar su cine en los terrenos de lo decididamente menor, genera una cierta ventaja que el joven cineasta aprovecha bien: conducir la narración de puntillas hacia terrenos oscuros. Con todos sus defectos, con sus pequeñas trampas al descubierto, el film se adentra en un profundo optimismo que colisiona con la tormenta que está teniendo lugar alrededor, desde la desintegración de la pareja hasta el colapso medioambiental del planeta, pasando por la llegada prematura a la edad adulta del hijo. Su último plano, en el que se rescatan los bailes alocados y torpes del joven, bien podría ayudar a definir la película: una en la que, reconociendo sus limitaciones, es capaz de ver (y pedir) en el niño el mismo respeto por sus errores que por sus conmovedoras decisiones.