La enigmática secuencia inicial de Full Contact se sitúa en el interior de una cueva, donde la luz y la oscuridad muestran y ocultan (por igual) un rostro que emerge desde las profundidades. La premonitoria imagen del protagonista introduce el juego de opuestos que desarrollarán las imágenes. En el desierto de Nevada está localizado uno de los puestos desde los que Iván (Grégoir Colin), militar destinado en un base de operaciones extranjera, controla los drones que lanzarán proyectiles sobre un supuesto enemigo. David Verbeek, director y también guionista del film, se apoya en una estructura en constante mutación y en la omnipresente y compleja interpretación de Colin, cuyo cuerpo (sobre todo su rostro) narra el proceso interior del personaje.
Las imágenes virtuales de los drones hacen dialogar la simulación con la realidad, el interior con el exterior, la animalidad con la humanida; en última instancia, el ‘yo’ con los otros. El primer tercio de la película observa minuciosamente las rutinas de Iván. Su trabajo, su tiempo de ocio y su incipiente amistad con una bailarina de un club nocturno; la ternura de Lizzie Brocheré es un contrapunto al sombrío hermetismo del protagonista. Verbeek incide en esa primera parte en recurrentes planos de la nuca y la espalda de Iván, como si estuviera intentando mostrar el lado oculto de ese soldado. También resulta interesante la repetición del plano de su mano sobre los mandos del dron, acentuando la responsabilidad de sus actos y sus decisiones.
El error en una de estas decisiones provoca que la película se fracture. La segunda parte transcurre en un desierto, que traslada pulsiones tan orgánicas como oníricas. Las imponentes imágenes de la naturaleza, el cuerpo desnudo de Iván, las grietas y los pliegues multiplican el desconcierto y la duda en ese militar que ha cometido un acto atroz. El último tercio narra la vuelta a casa, en la que ya nada será igual (con un inteligente cambio de idioma incluido). Las consecuencias de la violencia terminan por condicionar el concepto de realidad, aunque finalmente Verbeek permita que Iván esboce por primera vez una sonrisa.
Te puede interesar
Este mes

“¿Cuál es la película con la que más habéis llorado?”. Hace unas semanas mi amigo Manuel Guedán, editor, publicó este tuit que me hizo pensar en cómo nos acercamos a las películas a través del llanto, más en estos momentos en los que pisamos poco la calle y echamos mano del cine como un tratamiento sustitutivo de emociones, casi como si fueran las lágrimas artificiales que me han recetado. Junto a él, intervienen Beatriz Martínez (miembro del Consejo de Redacción de Caimán Cuadernos de Cine) y Antonio M. Arenas (integrante del podcast sobre cine Los jueves, milagro). También escuchamos a la Doctora Renata Fau, oftalmóloga del Hospital Cruz Roja de Gijón.
Las notas del podcast están disponibles en la web de Caimán Cuadernos de Cine: https://www.caimanediciones.es/lagrimas-artificiales/ Puedes seguir todas las novedades del programa en Twitter: @nuevacarpetapod
Música: A Little Tip (Alexandra Woodward), After The Rain (Silver Maple) y Schumann Breathing 432 -licencia Epidemic Sound-. También suenan Aquellos ojos verdes, cantada por Nat King Cole, y Yumeji’s Theme, tema compuesto por Shigeru Umebayashi para la banda sonora de Deseando amar.
