En consonancia con su interés habitual por la manipulación de la información desde los medios de comunicación, Frank Sweeney se acerca en Few Can See a los sucesos de The Troubles y a la censura de las emisiones de televisión y radio en los años ochenta en Irlanda del Norte. El director parte de una arqueología de imágenes de archivo halladas en bibliotecas locales (Belfast y Limerick) para plantear una película que ahonda en la recreación de los mecanismos de censura televisiva. Todo ello se cuestiona desde del montaje de dichas imágenes en combinación con un re-enactment de entrevistas a ciudadanos que no vieron la luz en su día debido a sus presuntas vinculaciones con el Sinn Féin o el IRA durante el conflicto.

No obstante, la complejidad del dispositivo reside en este preciso montaje que funde rítmica, repetitiva y casi musicalmente, todas las imágenes que componen un análisis político sobre la deformación de la veracidad de la imagen-documento. Sweeney se apropia del lenguaje televisivo para la recreación de las entrevistas en un proceso cercano al de La Comuna (Peter Watkins, 2000), para concluir en un desvelamiento de la manipulación ficcional de las mismas en la última escena. Se suavizan las texturas, se limpian el sonido y el etalonaje, cambia el valor de plano y finalmente una cámara en mano sale a la calle sin cortar para descubrir el Belfast contemporáneo, aún condicionado por la vigilancia y el control de las imágenes cotidianas. En la mencionada escena uno de los entrevistados le pregunta a la presentadora cómo van a hacer para contar la verdad, a lo que ella responde: “ese es el problema con la edición, ciertas cosas tienen que ser eliminadas”.

Sweeney parte de la primera cámara que capturó la violencia contra los norirlandeses en 1968 para recuperar, a través de testimonios, titulares y entrevistas, la voz colectiva silenciada bajo el perverso eslogan británico “today no news is good news”. Un flujo constante de imágenes, sonidos, música y glitches digitales convierte la saturación y la confusión en el arma contra la falsa claridad de la información institucional, ordenada y confeccionada a costa de la supresión de identidades. Cuestiones como la libertad de culto, la autocensura intrínseca del individuo provocada por el terror policial y gubernamental y la acción política colectiva desde el registro de imágenes son la materia sobre la que se conforma Few Can See, que se pregunta una vez más en la era de la posverdad si alguna vez hemos podido fiarnos de las imágenes. Nacho Álvarez

 

En sus dos obras anteriores –People Enjoy My Company (2021) y 2 Channel Land (2022)–, el director irlandés Frank Sweeney mostraba interés por la fuerza de las telecomunicaciones y las capacidades expresivas y plásticas de la imagen digital (texturas, glitches, formatos…). En su nueva película, Few Can See, los intereses estéticos y temáticos vuelven a ser los mismos, pero la operación es más compleja.

El director imagina un clandestino programa de televisión en la Irlanda de los años ochenta, los tiempos del conflicto norirlandés en los que la censura se había apoderado de la transmisión de información a través de las cadenas televisivas. El programa es recreado de manera muy meticulosa, absorbiendo las particularidades televisivas tanto en el diseño del plató, la gesticulación y locución de la presentadora, la iluminación y movimientos de cámara; como en los errores de sonido (fueras de eje, asincronías…) y las torsiones del vídeo (fallos de píxeles, ruido blanco, desvíos de color…). Frank Sweeney lucha por recuperar un pasado colectivo ignorado, y da voz a aquellos que no la pudieron tener hace cuarenta años (miembros del Sinn Féin y activistas del movimiento gay) mediante entrevistas ficcionalizadas que se mezclan orgánicamente con material de archivo ‘real’ de esa época. La dificultad para discernir entre lo verdadero y lo representado en estas muñecas rusas de imágenes distorsionadas (hay hasta una recreación dentro de la recreación), sirve al cineasta para lanzar un incisivo discurso sobre el poder de las imágenes como arma política y la capacidad de manipulación de los medios de comunicación.

En el tramo final, la imagen se transforma en el mismo plano –durante una rápida panorámica–, del ruido propio de una cámara de los ochenta a la imagen más limpia de una cámara actual. Frank Sweeney desvela así las costuras de su propio dispositivo extendiendo la reflexión hasta la actualidad. Los personajes continúan advirtiendo directamente a la cámara, y esta se despega de ellos para lanzarse a la calle a caminar. En el exterior del Belfast contemporáneo caras pixeladas, cámaras de seguridad y grandes antenas copan los planos. Así, Few Can See hace dialogar un pasado privado de imágenes con un presente hiperconectado y repleto de estímulos audiovisuales, para preguntarnos, o quizá advertirnos, sobre las nuevas formas silenciosas de control de masas. Sergio Argüeso Mercero