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Para hablar del tránsito y la experiencia cotidiana de las personas negras en un mundo predominantemente blanco, Frantz Fanon inicia uno de sus más célebres ensayos con las palabras “Mira, ¡un negro!”, haciendo alusión a lo que escucha diariamente caminando por las calles. “Mirad, ¿es un tío?”, dice uno de los hombres que traumatizan a Jules, artista drag cuya vida da un giro de 180º tras ser víctima de un ataque homófobo en Femme. La ópera prima del dúo conformado por Sam H. Freeman y Ng Choon Ping, adaptación de su propio cortometraje homónimo, retrata el ataque en los primeros diez minutos de metraje para pasar luego a centrarse en las consecuencias que esto tiene sobre Jules y eventualmente virar hacia una historia retorcida de venganza y amor. Sin lugar a dudas el punto más fuerte de Femme reside en las interpretaciones: de un lado, la de Nathan Stewart-Jarrett como este hombre que transita una crisis de identidad inducida por el terror del mundo hetereopatriarcal, viéndose forzado a performar lo masculino y dejar a un lado su identidad asociada a lo drag; y, de otro, la de George McKay como Preston, el agresor cuya violencia incontrolable es producto de una falta de aceptación y consecuente odio a su propio ser. Personajes complejos que desdibujan las fronteras, en principio aparentemente delimitadas, entre buenos y malos, y que demuestran las distintas formas en que todos caemos víctimas ante un sistema atravesado por la masculinidad tóxica y la intolerancia. Este thriller erótico queer mantiene la tensión a lo largo de su metraje, planteando cuestiones que, aunque ya muy abordadas en la actualidad, no por ello resultan menos relevantes en los tiempos que vivimos, donde hombres blancos en plena Plaza del Sol de Madrid impunemente destruyen banderas del orgullo. Daniela Urzola