Carlos F. Heredero.

El estreno en España de Film Socialisme tendrá lugar poco después de que Jean-Luc Godard celebre (exactamente el tres de diciembre, el mismo día en el que este ejemplar de Cahiers-España sale a la calle) su ochenta cumpleaños. La coincidencia es meramente azarosa, por supuesto, pero tiene la virtud de recordarnos –al poner de relieve dicha circunstancia– que el director de esta película ciertamente inabarcable y desconcertante (imbuida de principio a fin por un juvenil impulso de investigación y radicalidad) es, en realidad, un cineasta octogenario, cuya edad no solo no ha mermado sus energías creativas, sino que más bien parece haberlas multiplicado.

La aventura, el camino de descubrimiento que supone adentrarse en las imágenes de Film Socialisme somete al explorador a una catarsis enriquecedora: desconcertado inicialmente por la multiplicidad de texturas, por la superposición de potenciales relatos, por los incesantes cambios de registro, por el palimpsesto de referencias culturales que se despliega sobre la pantalla, el espectador debe abandonar lo antes posible todos sus prejuicios para dejarse atravesar por la riqueza iconográfica y por la dialéctica entre diferentes estratos de sentido, debe aceptar la invitación constante a deslizarse por los intervalos, las grietas y las fisuras que el montaje abre entre cada par de imágenes y debe sumergirse, sin miedo, en cada choque fulgurante, en cada destello abrasivo que ese mismo montaje provoca al unir dichas imágenes.

Elegía poética de un mundo que desaparece y radiografía perpleja de otro que se impone sobre las ruinas del pretérito, Film Socialisme nos devuelve, simultáneamente, a todo el conjunto de la filmografía godardiana, a la que regresamos en este número de Cahiers-España para recordar que no se ha llegado hasta aquí por casualidad, que la trayectoria entera del director de À bout de souffle (1959) describe, durante ya más de medio siglo, una de las más excitantes aventuras del arte y del pensamiento, uno de los itinerarios más singulares que el cine ha protagonizado durante las últimas cinco décadas, epítome por excelencia de lo que Jacques Mandelbaum ha llamado “una concepción moderna del cine que se plantea el gesto creador como un acto necesario de crítica y de deconstrucción, así como un gesto que compromete la totalidad del ser”.

Y resulta en verdad estimulante volver a Godard precisamente ahora, cuando su nuevo film va a coincidir en nuestras carteleras con Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas, el hermoso film de Apichatpong Weerasethakul que sacude también todas nuestras certezas y todas las telarañas de nuestros ojos para invitarnos a explorar, con él, nuevas dimensiones de las arquitecturas narrativas, nuevas relaciones entre lo fantástico y lo real, nuevas percepciones visuales. Si para Godard “es preciso que el cine filme, no el mundo, sino nuestra creencia en este mundo”, la película Uncle Boonmee… se aplica a la tarea para tratar de filmar algunas creencias que, se compartan o no, también forman parte de la percepción de la realidad. Más godardiano, imposible.