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Enrique Pérez Acosta

En una pequeña aldea de las montañas de Guizhou (China), cuatro hermanos y hermanas de entre cinco y catorce años se suicidaron de forma colectiva en 2015 mediante la ingesta de pesticida. La notica de tan terrible acontecimiento impulsa a Rong Guang, duramente golpeado por la tragedia, a buscar respuestas en una marea de preguntas acerca de este extraño suceso.

La película parte de un largo plano de la noche para traer el imaginario de los fantasmas a escena. Unas pocas luces permiten atisbar algún eco de población en medio de la naturaleza, mientras la escena deja al espectador escuchando a la multitud de insectos que habitan la zona rural en que suceden los hechos. Solo un sonido más: los latidos de un corazón. El director consigue de esta forma generar el clima sobre el que poner a andar su dispositivo: la nocturnidad como ejemplificación de misterio y el corazón como centro de los impulsos sensibles.

La voz en off del propio Rong Guang genera el motor narrativo, reflexivo y poético en consonancia con una imagen llena de texturas. El metraje acumula constantemente fundidos encadenados; imágenes sobre imágenes que articulan y expresan de forma sorprendentemente coherente la desazón y la tortura de unos hechos inexplicables. No hay respuestas para las preguntas que dispara el suicido de estos niños. El director lo sabe y lo asume, pero le angustia. La única salida que le queda es buscar explicación en la metáfora: personas que se convierten en animales para explicar sensaciones primitivas y juguetes, los de sus propios hijos, que simbolizan la idea del mal, el peligro y la corrupción.

Identificado con el contexto de pobreza, abandono y abuso infantil que inunda la historia, el director consigue, a partir de una historia real y ajena, elaborar una obra reflexiva y personal. Rong Guang sumerge al espectador en un escenario poético y fantasmagórico para crear una mitología única. Una lúgubre fábula que surge de los problemas que tuvo con las autoridades y la propia población local para conseguir información e imágenes concretas con las que esclarecer los hechos. Más allá de suponer un problema, la escasez de recursos genera una sensibilidad y un mecanismo de lenguaje ensayístico sumamente interesante. Sin duda, hay en el director chino una gran capacidad para generar atmósferas y mostrar nuevas perspectivas con las que abordar las preocupaciones humanas.