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Rafael S. Casademont

Dicen que la historia se repite y el auge de los partidos de carácter racista y violento en Europa parece volver a demostrarlo. Los constantes actos de violencia ponen a prueba la fortaleza del humanismo y la solidaridad colectiva de una sociedad que se llama a sí misma avanzada. Vendredi 13, de Nicolas Klotz, viene a recordarnos justo eso, que lo que somos no es tanto lo que hacemos (o lo que decimos que hacemos) sino cómo reaccionamos a lo que nos hacen.

El cineasta francés, junto a su habitual productora Élisabeth Perceval, ya había abordado las injusticias de una Francia (símbolo por excelencia de la cultura Europea) habituada a cerrar la puerta a los refugiados en La blessure (2004) o, como en Paria (2000), a desviar la mirada hacia otro lado para ignorar a sus propios ciudadanos, los sin techo de París. Vendredi 13 parte de un momento de duelo (el día de los atentados en la sala Bataclan que costaron la vida a 89 personas), para exponer y, en cierto modo, proponer su particular propuesta de reacción. La de ver a “la ciudad de luz” iluminada a partir de las velas y el reflejo que estas provocan en el plástico que envuelve los cientos de ramos de flores acumulados en las calles. Y pensar: si siempre hemos combatido a la muerte con flores, por qué no combatir el terror con Rock ‘n’ Roll.

Mientras París llora a los asistentes al concierto de Eagles of Death Metal, Michka Assayas (hermano del cineasta Olivier Assayas) comienza su programa radiofónico semanal de Rock ‘n’ Roll. Ante la solemnidad que, parecía, iba a invadir el programa, el locutor exclama: “merde”. Una palabra de provocación y de lucha que denota mucha rabia, pero también toda una reflexión de valentía. Si el atentado interrumpió un concierto, una fiesta, una diversión, la única resistencia verdadera es continuar con Rock ‘n’ Roll. Así de contundente empieza el programa de radio que ocupa toda la banda de sonido de la obra de Klotz. Mientras, las imágenes, de un seco blanco y negro que nos dice que aquí no se trata de olvidar el luto sino de reinterpretarlo, recogen tanto las grabaciones del estudio como las de las calles de París, inundadas por los recuerdos que dejan los anónimos viandantes a las víctimas. Las velas se encienden, las flores se depositan una tras otra y Assayas, con una risa que dota de aún más valor a sus lágrimas, hace sonar Secret plans, cómo no, de Eagles of Death Metal.