El vínculo entre Akira Kurosawa y Sergio Leone es bien conocido, y representado idealmente en las cintas Yojimbo, dirigida por el primero en 1961, y su remake Por un puñado de dólares, filmada tres años después por el segundo. Las claves del género chanbara se trasladan con facilidad al western, y Leone supo sacar partido de esta compatibilidad natural. Por su parte, en 1977 George Lucas vino a demostrar una afinidad similar entre las películas de samuráis de Kurosawa y la fantasía espacial de La guerra de las galaxias. Así pues, silogismo mediante, parecía inevitable que tarde o temprano se reunieran los tres universos en una misma obra. Es lo que ha ocurrido en la segunda temporada de The Mandalorian, una serie que ya había coqueteado con el género del Oeste y se abandona ahora por completo a él desde el primer episodio, titulado significativamente ‘The Marshal’. Jon Favreau deambula con naturalidad desde las películas de vaqueros hasta la atmósfera del período Edo japonés (el episodio ‘The Jedi’, con la ejemplar dirección de Dave Filoni, podría ser un nuevo remake inconfeso de la propia Yojimbo), sin abandonar en ningún momento las señas de identidad de la saga galáctica, pero a la vez creando algo nuevo y distinto en el camino. Una colisión entre lo viejo y lo nuevo ejemplificada a la perfección en la partitura de Ludwig Göransson; el compositor no teme incorporar sonidos étnicos o electrónicos a un universo tradicionalmente definido por los scores sinfónicos de John Williams.

Pero Favreau no se queda ahí, y convierte la temporada en un monumental ejercicio transmedia que recoge hilos narrativos no solo de los largometrajes precedentes, sino también de las series de animación (Clone Wars), novelas (Star Wars: Consecuencias) y hasta viejos videojuegos de los años noventa (Star Wars: Dark Forces). Es una mirada lúdicamente inclusiva al pasado de la saga, que sitúa a The Mandalorian como enorme campo de juegos, laboratorio de experimentación y reciclaje y, sobre todo, firme apuesta por el futuro de la franquicia.

Publicado en Caimán CdC nº 100 (151), enero de 2021