Print Friendly, PDF & Email

Raquel Loredo.

Un veterinario advierte al preocupado dueño de una serpiente que ni su mascota ha dejado de comer por enfermedad ni le abraza cada noche por romanticismo: está preparándose para ingerirle. Esta leyenda urbana en boca de una joven, que viaja en coche rodeada de amigos que la escuchan con atención camino a una jornada veraniega, da inicio al cortometraje Onde o verão vai (episódios da juventude). En el trayecto los cuerpos sudados se hacinan en el vehículo que, al igual que el plano, parece comprimirles. Uno de los chicos saca la cabeza por la ventanilla trasera mientras cierra los ojos y se deja llevar hacia el río al que se dirigen, hacia la curiosidad y el doble fondo, hacia una etapa de descubrimiento que el director David Pinheiro Vicente presenta en forma de relato con pulsión sexual subyacente.

Este breve ensayo simbólico, que reflexiona sobre la juventud como estación de dudas e incertidumbre, presenta a cuatro chicos y dos chicas que se adentran en un bosque frondoso en el que no se ve más allá de lo que se tiene delante. Lo que si se aprecia es el uso de la semidesnudez como muestra de vulnerabilidad, la presencia de la sensualidad sugerida por los personajes femeninos o el fruto que se come tras sucumbir al mal representado por el reptil. Y es que utilizando el imaginario de la misógina alegoría del pecado original (en un sentido más cercano a como la presenta el cristianismo y el judaísmo) Pinheiro crea una sugerente propuesta dividida en cuatro capítulos numerados (estructura que también lo acerca a las narraciones bíblicas). Sin embargo, la acción en este cortometraje transcurre lejos del Jardín del Edén y más cerca del calor asfixiante de la inherente naturaleza humana.

Entre árboles de ramas y raíces retorcidas unos corretean, otros fuman, algunos deambulan… Una pareja se baña, sus abrazos desembocan en tímidos besos que se cortan por juegos que expulsan de un empujón a la tentación femenina fuera del plano general. Todos observan su alrededor con desconcierto en medio de un conjunto que mezcla la estética pictórica barroca con el trabajo del fotógrafo estadounidense Jock Sturges. Están envueltos por los reiterativos sonidos del entorno, por la escasa presencia de diálogos y por una sensación de solemnidad. Como si hubieran aterrizado en las profundidades de la poesía de Emily Dickinson y expresaran cuestiones complejas a través de pretextos sencillos.

Los personajes respiran en cuadros estáticos en los que los cuerpos entran y salen de plano creando composiciones que juegan con la profundidad y subrayan la sensación de pertenencia al grupo, y que le han valido a Pinheiro la comparación con el cine de las primeras épocas de Asghar Farhadi. Los únicos movimientos de cámara llegan en el momento álgido en el que un joven le pierde el miedo a la serpiente mientras la acaricia fascinado. Fue la figura femenina quien la recogió del suelo, la observó con una mirada enigmática y se la ofreció. Al igual que en su anterior cortometraje, Simão (2016), Pinheiro se recrea nuevamente en la belleza de la joven anatomía masculina colocándola en el centro de su alegoría. Lugar que pasará a ocupar la mujer, cuando al caer la noche el grupo parezca volverse consciente de su debilidad.

El mayor acierto de esta obra, nacida como proyecto de graduación al abrigo de la Escola Superior de Teatro e Cinema (ESTC) de Lisboa, es crear un resultado evocador abierto a las interpretaciones. Su director, de veintiún años, retrata la juventud con un punto de vista que huye del cliché nostálgico y se aproxima más al catálogo de ansiedades cercanas. En Onde o verão vai (episódios da juventude) Pinheiro reescribe su propio Génesis en el que, al igual que en la historia inicial de este texto sobre la serpiente que quería devorar a su dueño, nada es tan inocente como parece.