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Elena López Riera, Natalia Marín, Óscar Vincentelli, Laida Lertxundi, Manuel Raga (versión ampliada de Caimán CdC nº 74). 
Eulàlia Iglesias

La 71 edición del Festival de Locarno acogió cinco películas de corto metraje de realizadores españoles en sus diferentes secciones. Elena López Riera, que trabajó algunos años en la Universidad de Ginebra, consiguió el Pardino de Oro al mejor corto suizo por Los que desean, producido por Alina Film, con sede en esa ciudad. “Por ahora sí ha sido más fácil encontrar financiación en Suiza que en España, pero bueno, espero que las cosas puedan ir cambiando…” La directora de Las vísceras se adentra aquí en la práctica de la colombicultura, habitual en la zona de Orihuela donde creció y que protagoniza su obra. La competición entre las aves que plasma en la película no se basa en la velocidad sino en la seducción por parte de los machos de la paloma hembra. “Los hombres se reúnen alrededor de algo que para mí es tremendamente poético, pero que al mismo tiempo es muy terrenal, muy concreto. ¿Cómo no sentirse fascinado por algo basado en la puesta en escena del deseo?”. En la línea de otras directoras que observan universos de masculinidad exclusiva, López Riera se adentra en una subcultura habitada por hombres de todas las edades en la que se lleva a cabo una “transposición del deseo, del hombre al animal, como si proyectaran en los palomos aquello que no formulan claramente con sus palabras”. La cineasta decide mirar a sus protagonistas “frente a frente y no escondida o por encima” sin ocultarse “tras una falsa objetividad. Creo que el cine nunca es objetivo, por eso para mí es esencial intentar hacer siempre presente que eso que vemos es sólo lo que yo decido mostrar”.

En Signs of Life, la sección competitiva del festival que alberga las obras más heterodoxas, se estrenó La casa de Julio Iglesias de Natalia Marín, un ensayo sobre cómo se habita el mundo actual a partir del proyecto del Ayuntamiento de Shanghai de tomar la residencia en Miami del cantante como base de una réplica urbanística de la arquitectura española. Como en su anterior pieza New Madrid, Marín sigue explorando la relación entre arquitectura y urbanismo en una sociedad global a partir del concepto de repetición. “Me interesa formalmente la idea de la copia porque me resulta fascinante cómo a base de repetir algo muchas veces, ese algo acaba mutando o saliendo mal. Como tema, me atrae la idea de repetir España y el fracaso inherente que supone”. El film prescinde de imágenes reales de los referentes arquitectónicos diversos a partir de los que trabaja, por una mera razón de falta de presupuesto para trasladarse a China. Pero sobre todo “porque cada vez me interesa menos la práctica documental como registro de imágenes y no me parecía ningún reto contarlo desde ahí”. Así, el corto se inspira en el pensamiento de Vilém Flusser de “ya no entenderemos el mundo a través de líneas escritas, sino de superficies imaginadas” para proyectar cada uno de los edificios citados como estructuras enmarañadas cuasi volumétricas, unas superficies atractivas pero pensadas para que no tuvieran más protagonismo que la propia voz de la directora, que lleva a cabo un ejercicio “disruptivo entre lo que ves y lo que oyes” en esta aproximación artística a la problemática de la vivienda.

En Pardi di domani se pudieron ver tres películas más con participación española. En Violeta + Guillermo Óscar Vincentelli encapsula una historia de amor expresada a través del baile y experimentada desde dos estratos temporales, el presente y un futuro nostálgico. “Tengo una obsesión por grabar a mis amigos en la noche. Es esa obsesión la que me moviliza a generar las imágenes del corto. Cuando volví a ver los vídeos (de Violeta y Guillermo) en el móvil, eran como una cápsula del tiempo de dopamina, me evocaban un estado de ánimo muy potente. En ese momento me di cuenta que tenía que trabajar sobre ese material, con ese regalo que me permitieron rodar Violeta y Guillermo”. La película deviene pues una celebración del baile como experiencia emocional al ritmo, en las dos primeras partes, de La fábrica de baile de Joe Crepúsculo. Frente a una imagen de baja definición, la música cobra una centralidad preeminente. “La experiencia sonora apunta a un lugar donde la imagen no puede llegar. El maestro Oleg en la gran película de Andrés Duque lo comentaba ‘la música hace vibrar a nuestra mucosa’, se comunica directamente con nuestro cuerpo”. Violeta + Guillermo abraza la estética visual de las cámaras de los dispositivos móviles como la propia de nuestra experiencia presente. “Creo que la estética de la imagen pobre, como llama Hito Steyerl a esa imagen digital comprimida, ripiada, que abunda en nuestro imaginario es la nueva materialidad de nuestras imágenes. Hay algo que me chifla de los móviles actuales y es esa vuelta a inicio del cine, cuando las mismas cámaras que filmaban eran a su vez dispositivos para proyectarlas.”

Words, Planets, la nueva obra de Laida Lertxundi también se pudo ver como film en la selección de Pardi de Domani tras haberse exhibido en Gran Bretaña. “Mis películas están entre el cine y el arte. En espacios expositivos Words, Planets se presenta como una instalación en tres canales. Se presentó así en la galería de LUX en Londres y en el centro de arte Tramway en Glasgow”. La pieza parte de los seis procedimientos que toma prestados Raúl Ruiz del pintor chino del siglo XVIII Shitao, que según él constituyen una póetica del cine chamánico que aborda el mundo visible. “Llevo un tiempo trabajando con la ideas de Raúl Ruiz. Me interesan porque ofrecen maneras experimentales de tratar la ficción”. La película también integra textos del psiquiatra R.D.Laing y del libro Yo veo/Tú significas de la crítica Lucy R. Lippard. Rodada en localizaciones de diferentes países, Words, Planets crea una conexión entre imágenes a priori desconectadas a través de vínculos de generación y resonancia. “Es un collage de textos e imágenes que tratan sobre el proceso creativo. Vemos a mujeres (mis alumnas) trabajando sobre la superficie del film y después vemos el resultado de ese trabajo como animación hecha a mano. Es un espacio políglota que habla del cine, de hacer cine, y de la creatividad, que incluye también la maternidad como gran obra.” El film se podrá ver en el próximo Festival de Gijón.

También en Pardi di Domani concursó Grbavica de Manel Raga, que en 2013 presentó en el Festival de Venecia La gallina. Su nueva película, adaptación muy libre de El fratricida de Franz Kafka, es fruto de su estancia en Sarajevo en la Film Factory, la escuela de cine que dirigía Béla Tarr, “una utopía educativa” tan excepcional que estaba condenada a desaparecer. El director de Ulldecona firma una obra de imágenes poderosas donde los movimientos de cámara rompen con la linealidad del espaciotiempo para hacer resonar el eco del pasado entre las ruinas del presente. Raga consideró un reto filmar en una ciudad con este peso histórico “sin sentirse un intruso” y ha trabajado para “introducir esta evocación de la memoria en la realidad que te da ese espacio”. El corto, que lleva el nombre del barrio donde se sitúa, uno de los más afectados por la ocupación serbia durante el sitio que sufrió la ciudad, arranca con un acto de violencia inspirado en el cuento de Kafka, “porque eso fue justo lo que me sucedió a mí, conocí Sarajevo después de la guerra”. Grbavica cuenta con coproducción portuguesa porque además allí existen ayudas a la postproducción de cortos, algo por ahora inédito en España. Para Raga, la experiencia de estudiar en Bosnia también le ha permitido darse cuenta de que “la mayoría de gente proveniente de otros países tenían más facilidades que yo para financiarse los estudios y sacar adelante sus proyectos”.