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Más allá de la mirada
Carlos Fernández Castro.

Cuando alguien se coloca frente a un espejo, ¿qué encuentra ante sus ojos? El primer largometraje de Rodrigo Lima nos propone mirar más allá de esa réplica perfecta de nosotros mismos que invariablemente nos devuelve la mirada. Sin ir más lejos, ¿a qué se dedica ese otro yo cuando le damos la espalda? Probablemente atraviese esas aguas cristalinas y eternamente adheridas a la pared que dan acceso al mundo imaginario propuesto en El espejo.

Sirvan estas líneas para confirmar que el director brasileño esquiva la narrativa convencional y se zambulle en una aventura sensorial repleta de espejos naturales y artificiales que invitan a un visionado carente de anclajes argumentales. Junto a los dos protagonistas, el agua es el único elemento que asegura la relativa cohesión del conjunto, vertebrando las transiciones entre secuencias, creando universos paralelos y arrastrando al espectador en las corrientes misteriosas de los sueños y los recuerdos que guarda en su interior.

El espejo invita a la observación prolongada de unos planos enigmáticos y susceptibles de múltiples interpretaciones. ¿Puede una persona verse reflejada en el tiempo? Tras el cristal protector de un reloj de pie, oscila un péndulo reluciente que no solo lo confirma, sino que incita a pensar en la posibilidad de una realidad simultáneamente dinámica y estática. Así como también es posible estar jugando a los dados y al mismo tiempo despertar en una barca que yace sobre la cama de una habitación buñuelesca.

En su debut, Rodrigo Lima deroga las reglas del mundo real y reivindica la versión más liberada del ser humano: la que le conecta con la naturaleza y con sus instintos más primarios, la que prescinde de las matemáticas y se entrega al azar de una tirada de dados. En El espejo todo es posible: el plano-contraplano puede nacer del movimiento de un columpio, la música transforma lo cotidiano en misterioso y el agua de un estanque puede devolverte el reflejo de lo que deseas. Porque siempre habrá tiempo de volver a mirarse a los ojos.