La irrupción trágica de la COVID-19, el confinamiento subsiguiente, el sucedáneo vital de la comunicación on line y las restricciones a la vida presencial anterior, que van a marcar todavía –durante no sabemos cuánto tiempo– la economía, la cultura y las relaciones sociales, han colocado a los festivales de cine en una encrucijada nunca antes imaginable. Nunca antes habíamos imaginado tampoco que a la ‘comunicación’ y a la ‘vida’ íbamos a ponerles calificativos (on line, presencial), de manera que ahora tenemos que imaginar cómo llamamos a –y cómo se hace– un festival cuando en este momento (a principios de junio) no podemos saber ni siquiera cuándo sabremos a qué modelo de festival podremos asistir, o no, a finales del verano e incluso durante la larga temporada festivalera otoñal.
Ese es el debate y también el recuento, casi autopsicoanalítico, que protagonizan este mes en nuestras páginas los directores de los certámenes de Málaga, San Sebastián, Sitges, Valladolid, Sevilla y Gijón. La incertidumbre y la inseguridad lo atraviesan de principio a fin, porque ahora mismo no es posible saber a qué restricciones de aforo y de seguridad tendrán que enfrentarse, en agosto, septiembre, octubre y noviembre, unos festivales concebidos –igual que todos los demás– como encuentros ‘presenciales’, maldita palabreja que connota ya –con su sola irrupción– la anomalía desde la que evocamos ahora unos eventos que nunca antes necesitaron el calificativo.
Bajo el debate palpita con fuerza (tras la reciente y exitosa experiencia del D’A barcelonés) la alternativa del festival on line, así como la “bella provocación” (Cienfuegos dixit) lanzada por Thierry Frémaux, director de Cannes, al declarar que “un festival on line no es un festival”. Y en esa coyuntura nos encontramos: debatiendo qué es y qué no es un festival de cine, olvidando quizás –forzados todos por las circunstancias– que estamos incursos, hoy por hoy, en un tiempo coyuntural al que las luces largas de la perspectiva historiográfica situarán más tarde o más temprano como un mero y desde luego trágico paréntesis.
Porque si le quitamos el calificativo impuesto por el paréntesis, está bastante claro para todo el mundo que un festival es un encuentro cultural, un ágora (en su etimología griega) de intercambio y de comunicación, una reunión física de profesionales, creadores, periodistas, críticos y espectadores, un ‘evento’ (otra malhadada palabreja) en el que se proyectan películas, se debate una línea editorial de programación, se conversa en vivo con los creadores, se aplaude o se patea, se intercambian experiencias, se impulsa la industria del cine, se hacen negocios, se fomenta el comercio de la ciudad y se emplea (no lo olvidemos, porque no es lo menos importante) a centenares de trabajadores de la cultura.
Todo ello no quita para que, mientras sigamos dentro del paréntesis, la comunicación on line haga posible que las películas sigan circulando y que los festivales encuentren en ella un auxiliar imprescindible y una herramienta con enorme potencialidad para reavivar, e incluso para replantear o enriquecer lo que debe ser un festival de cine en nuestros tiempos, ya casi en la tercera década del siglo XXI. Mientras tanto, el debate y la discusión no solo son inevitables, sino también necesarios para ampliar y revitalizar, precisamente, el ágora griego, la plaza pública que es irrenunciable.
Te puede interesar
Este mes

“¿Cuál es la película con la que más habéis llorado?”. Hace unas semanas mi amigo Manuel Guedán, editor, publicó este tuit que me hizo pensar en cómo nos acercamos a las películas a través del llanto, más en estos momentos en los que pisamos poco la calle y echamos mano del cine como un tratamiento sustitutivo de emociones, casi como si fueran las lágrimas artificiales que me han recetado. Junto a él, intervienen Beatriz Martínez (miembro del Consejo de Redacción de Caimán Cuadernos de Cine) y Antonio M. Arenas (integrante del podcast sobre cine Los jueves, milagro). También escuchamos a la Doctora Renata Fau, oftalmóloga del Hospital Cruz Roja de Gijón.
Las notas del podcast están disponibles en la web de Caimán Cuadernos de Cine: https://www.caimanediciones.es/lagrimas-artificiales/ Puedes seguir todas las novedades del programa en Twitter: @nuevacarpetapod
Música: A Little Tip (Alexandra Woodward), After The Rain (Silver Maple) y Schumann Breathing 432 -licencia Epidemic Sound-. También suenan Aquellos ojos verdes, cantada por Nat King Cole, y Yumeji’s Theme, tema compuesto por Shigeru Umebayashi para la banda sonora de Deseando amar.
