Carlo Lizzani, el testigo irremplazable
José Enrique Monterde
Evocar la trayectoria cinematográfica de Carlo Lizzani (1922-2013) significa repasar la historia del cine italiano mismo desde los años cuarenta hasta la actualidad: primero desde su trabajo como crítico y guionista que se inscribe en la gestación del Neorrealismo, al que contribuirá con diversos guiones para Aldo Vergano y, sobre todo, Giuseppe De Santis, incluida su presencia como actor en sus respectivas Il sole sorge ancora y Caccia trágica; pero también escribiendo para Rossellini (Germania anno zero) y Alberto Lattuada (Il mulino del Po), antes de debutar en la realización en la fase tardía del momento neorrealista, con un documental esencial –Nel mezzogiorno qualcosa è cambiato (1950)– y su primera ficción, Achtung, banditi! (1951), retorno, por entonces insólito, al tema de la resistencia antinazi, donde anecdóticamente debuta Gina Lollobrigida. También interviene en uno de los títulos que clausura la experiencia neorrealista: el episódico Amore in città (1953). De hecho, lo mejor de la amplia obra de este partisano, neorrealista y activo militante del PCI, llega con ciertas revisiones de la Italia fascista, sea con una base literaria -Pratolini, en Cronache di poveri amanti (1954), Silone en Fontamara (1980)–, a veces con una precisión semidocumental, en títulos como Il gobbo (1960), L´oro di Roma (1961), Il proceso di Verona (1963) y Mussolini ultimo atto (1974); pero también aborda el resurgir del neofascismo en San Babila ore 20: un delitto inutile (1976).
Sin embargo, la propia evolución del cine italiano –tan negativa para muchos cineastas de su generación– le llevó a abordar otros temas y géneros, desde el thriller –caso de Banditi a Milano (1968) o Turin nero (1972)– hasta westerns –Un fiume di dollari (1966) y Requiescant (1967)-, filmes de espías como The Dirty Game (1965), sin olvidar propuestas tan excéntricas como La Celestina P…R. (1965) o incursiones históricas (L´amante di Gramigna, 1969). Más tarde, su carrera en el cine comercial sigue en bancarrota –con notas curiosas como Caro Gorbaciov (1988) Celuloide (1996), reconstrucción del rodaje de Roma città aperta– pero no cesa de realizar filmes para televisión (Un´isola, 1986; La trappola, 1989), documentales (como los dedicados a cineastas: De Santis, Visconti…), filmes militantes, etc.; de forma que su último trabajo compartido con otros resistentes como Maselli o Gregoretti –el episodio “Speranza” de Scozza– se remonta al tan cercano 2011.
Pero además la contribución de Lizzani al cine incluye libros como la relevante Storia del cinema italiano (con edición inicial en 1953 y reedición final en 1979); una recopilación de sus textos, con especial atención a la etapa neorrealista, Attraverso il Novecento (1998); y su autobiografía, Il mio lungo viaggio nel secolo breve (2007). Y también su dirección de la Mostra de Venezia entre 1979 y 1982.
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