Entre ensayo y poesía
Raymond Depardon y Claudine Nougaret han recibido el Premio Docs de Honor en el Festival DocsBarcelona 2024. El galardón reconoce la trayectoria conjunta de los cineastas franceses, de los que se han proyectado tres largometrajes durante el certamen: 10e Chambre – Instants d’audience (2004), La Vie moderne (2008) y Journal de France (2012). Nougaret es productora e ingeniera de sonido de las tres películas y, en el caso de Journal de France, también codirectora junto con Depardon.
¿De qué manera creen que las películas programadas en el festival son representativas de su trabajo?
Claudine Nougaret: Fui yo quien las eligió. Representan tres aspectos importantes de nuestra obra: el trabajo sobre las instituciones (10e Chambre), sobre los campesinos franceses (La Vie moderne) y sobre la prensa y la fotografía (Journal de France). Faltaría un cuarto título sobre África para completar los cuatro ejes principales de nuestro trabajo cinematográfico y del trabajo fotográfico de Raymond.
Señor Depardon, ¿sus trabajos como fotoperiodista y director de cine han sido complementarios, independientes…?
Raymond Depardon: Creo que no me habría atrevido a hacer películas sin haber sido antes fotógrafo. Aunque, si nos atenemos a los temas –exceptuando San Clemente (1980)–, nunca antes había fotografiado la justicia, ni tampoco me había atrevido aún con los campesinos… De joven, me gustaban tanto el cine como la fotografía. Me ‘alimenté’ de películas de la Nouvelle Vague, films checoslovacos, etc. Pero aún no conocía el cine directo. Lo descubrí gracias a los cineastas anglosajones y a Jean Rouch. Fue por África que empecé a pensar en la importancia de la palabra. Estaba solo, no sabía nada sobre sonido… Pero comprendí que me hacían falta el sonido y las palabras.
¿Es la puesta en escena una cuestión ética en sus trabajos?
C.N.: Si la puesta en escena consiste en elegir un marco o una luz determinada, sí hacemos puesta en escena. Pero lo que nos anima es una ética de respeto por las personas filmadas. Hay quien cree que somos un poco pesados porque ponemos la ética siempre por delante, pero no podemos filmar la justicia o a los enfermos de un hospital psiquiátrico sin ética. Para nosotros, tener ética es filmar.
¿Qué papel juegan el montaje y el sonido en sus películas?
C.N.: Yo trabajo en el sonido con Raymond, luego dejo la película en manos de él y su montador y, al final, vuelvo para ocuparme de la dirección artística del sonido. Compartimos así la obra.
R.D.: Podríamos pensar también en algo que nunca he abordado, que es el teatro: la cocina en la granja, la sala de audiencias, el despacho del fiscal… todo eso es casi como un teatro. Y, ahí, la imagen no es tan importante como el sonido y la palabra.
C.N.: En cuanto al montaje, no podemos hacerlo entre dos: es introspección. Para Journal de France, hubo dos periodos del montaje separados en los que primero estuve yo sola con el montador y luego estuvo Raymond a solas con él. No podíamos estar los dos a la vez en la sala de montaje, menos aún siendo pareja. [Ríen]
R.D.: La calidad de Claudine reside en que viene del cine, no de la televisión. Trabajó en una película muy importante, El rayo verde (1986), de Éric Rohmer. Y siempre ha pensado en términos cinematográficos; más que yo, que estaba entre el cine y el periodismo.
C.N.: Yo no querría salir nunca de la sala de cine. Para mí, la sala de cine representa una emoción única. Además, para ejercer este oficio tan difícil, es necesario tener fe, ser creyente, un poco iluminado.
Señora Nougaret, ¿cómo ha sido su experiencia como sonidista, productora y codirectora siendo mujer?
C.N.: Me gusta que me lo pregunten porque es algo sobre lo que me ocupo desde los inicios. Con El rayo verde, fui una de las primeras ingenieras de sonido en el cine francés, y no me ha abandonado la etiqueta de luchadora. Para mí, siempre ha sido importante que haya paridad entre hombres y mujeres en el plató. Y que las personas que hacen y ven el cine no pertenezcan a un solo género. Así es como, poco a poco, podemos hacer que evolucionen las mentalidades. Ahora, las actrices francesas están empezando a hablar. ¡Ya era hora! Lo estábamos esperando desde hacía tiempo. Las que toman la palabra decían hace diez años: “yo no soy feminista”, mirándonos como si fuéramos idiotas. Ahora estamos encantadas de que hablen.
R.D.: Creo que, cuando rodamos en la región de las Cévennes con esos campesinos solterones mayores, estaban contentos de ser filmados por Claudine. Era un lugar oscuro, triste; y, de repente, estábamos los dos ahí y había un pequeño destello de genialidad. Y ellos sabían que nos gustaban mucho. De alguna manera, pasó también con los delincuentes. No tenemos prejuicios, sabemos bien que detrás está la infancia, la familia, el no tener suerte… No juzgamos, es imprescindible no juzgar.
C.N.: En el cine francés, hay una mayoría de hombres, digamos un 90%, sobre todo en posiciones de técnicos. Apenas ahora se empieza a tomar conciencia. A mí, me hubiera sido imposible hacer la carrera que he hecho sin ser feminista. Aprovecho para decir que tenemos en Francia, para la obtención de subvenciones, una reglamentación sobre paridad en las películas y sobre prevención del acoso sexual. Y también hemos creado un premio para jóvenes técnicas porque las realizadoras, que son ahora más numerosas, no dan trabajo más que a hombres.
En su filmografía, cada vez oímos más sus voces, y los vemos frente a la cámara. ¿Es una evolución consciente?
R.D.: Si les pido a los jóvenes delincuentes que asuman cosas, yo también me veo obligado a asumirlas. Es decir, ¿por qué filmo, quién soy, de dónde soy? Y asumir las dificultades, porque lo real no puede ser más que insatisfactorio. Soy muy pesimista. Pero creo que el tiempo me da la razón, veo que la gente ha ido evolucionando. Incluso los políticos. Hice la película sobre la campaña de Valéry Giscard d’Estaing [1974, une partie de campagne] y, cuando él vio algunas de las secuencias, saltó de la butaca porque nunca se había visto todo eso.
C.N.: Prohibió la película.
R.D.: Pero ahora todo el mundo lo ve normal e incluso sus hijos me han dicho que es un magnífico recuerdo de su padre. Así pues, ha habido una evolución increíble. Desde la posguerra hasta hoy. Y criticamos que haya demasiadas imágenes, demasiadas cadenas de televisión, el voyerismo… Pero, a pesar de todo, el lenguaje de la imagen es importante. Ahora, vienen investigadores en busca de los descartes de nuestras películas.
C.N.: Hemos donado todos nuestros archivos de sonido e imagen a la Biblioteca Nacional de Francia para que estén a disposición de los investigadores en fonética que trabajan sobre las expresiones y la evolución de la lengua francesa. Y Journal de France anticipa la revolución digital: da una respuesta a todas esas personas que hacen películas en solitario porque, a partir de nuestro recorrido, explicamos qué es filmar, cómo filmamos, por qué filmamos. Es una manera de echar una mano a los jóvenes cineastas explicando que el cine es un trabajo en equipo; incluso cuando estás solo, nunca estás solo de verdad.
¿Están de acuerdo en que el motivo visual central de su cine es el rostro humano?
R.D.: Sí, junto al paisaje. Un museo nos dio mucho trabajo, lo cual era algo nuevo: no era televisión ni cine. Se trataba de la Fundación Cartier para el Arte Contemporáneo. Nos encargó unas instalaciones y, como tienen mucho dinero, nos enviaron por todo el mundo. Recuerdo que fuimos Claudine y yo a Chile para filmar a dos personas que eran los últimos hablantes de la lengua kawésqar. Tuve la impresión de ser un paparazzo de Paris Match. [Ríe]
C.N.: La película trata sobre la desaparición de lenguas. Cada quince días, desaparece una.
R.D.: Nos pidieron también hacer una película sobre los matemáticos. Pensamos: ¿cómo la vamos a hacer, si no entendemos nada sobre el tema? Y sobre la relación de las personas con los árboles. Encontramos por primera vez a personas muy enfadadas con los árboles a causa de las hojas. [Ríe]
C.N.: Nos divertimos mucho y esa libertad nos abrió otros campos posibles. Porque en el cine, o cuando filmamos para cadenas de televisión, hay más exigencias y normas. No nos permiten pasar de la A a la Z así como así, solo por poesía. Esta libertad que adquirimos con la Fundación Cartier supuso un gran impulso para nosotros.
R.D.: Creo que el cine documental o directo no pertenece a nadie: ni a la televisión, ni al cine, ni a los investigadores, etnólogos, museos… Pertenece al documentalista.
C.N.: Es una profesión que está entre el ensayo y la poesía.
Mireia Iniesta y Lucas Santos
Entrevista realizada en el Festival DocsBarcelona, el 3 de mayo de 2024.