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Carlos F. Heredero.

Lo explicamos también cuando, hace ya diez años, publicamos nuestro balance del primer decenio cinematográfico del siglo: la jerarquización que establecen los listados de películas que surgen de las encuestas realizadas entre los críticos, programadores y especialistas es inevitablemente pasajera y mutante, porque sabemos bien que las perspectivas biográficas y culturales se modifican con el paso del tiempo y sabemos igualmente que, si nos piden la misma lista un año después (o unas semanas antes), probablemente casi nunca incluiremos los mismos títulos, ni en el mismo orden en que los pusimos la primera vez que la hicimos.

Por tanto, el ‘estado de la cuestión’ reflejado por la amplia encuesta internacional que publicamos en este número, para elegir las mejores películas de la década que acaba de terminar, contribuye solo a conformar el canon que se abre paso en una determinada época (nuestro presente) desde la perspectiva exclusiva del cuerpo electoral convocado, en el que se dan cita, esta vez, no solo todos los críticos que escriben habitualmente en Caimán Cuadernos de Cine, sino también una numerosa, plural y prestigiosa nómina de primeras figuras de la crítica mundial.

Un canon, por tanto, que no es un dogma ahistórico y tampoco una forma pasiva de reportaje, sino un «activo proceso de selección» (en la concepción de Jonathan Rosenbaum) que nos permite fijar una radiografía del actual estado de las cosas aquí y ahora, una foto sometida inevitable y afortunadamente –desde su propia publicación– a una reconsideración crítica permanente que nos pone en la senda de ese «pensamiento antiidólatra» que reclama Claudio Magris: «Un pensamiento capaz de establecer jerarquías de valores, capaz de elegir y, por lo tanto, de dar libertad, de proporcionar al individuo la fuerza de resistir a las presiones que le amenazan y a la fábrica de opiniones y de eslóganes» con la que trabajan los estándares del cine mainstream y también la Institución en su conjunto.

Se trata por tanto de un canon abierto, como no puede ser de otra manera. Por si todavía queda algún reticente más o menos escrupuloso, conviene recordar que «como ningún canon está nunca cerrado, la tan cacareada ‘apertura del canon’ es una operación bastante redundante» (ya lo dejó bien claro Harold Bloom). Las listas de las cincuenta mejores películas de la década, de los cincuenta directores más votados, o de las mejores series de televisión que publicamos en este número no están grabadas en piedra totémica ni pretenden establecer ningún catecismo. Son solo una fotografía, una herramienta para escrutar, a la vez, los caminos estéticos y creativos de lo más estimulante del cine contemporáneo, la valoración que el colectivo de profesionales y especialistas aquí convocado hace del corpus fílmico sometido a escrutinio y, también, los criterios, los gustos y las tendencias críticas que conforman la mirada y la perspectiva de los votantes.

Y esa fotografía es tan dinámica como histórica (porque está anclada en el presente y está conformada por las corrientes críticas, ideológicas y culturales del presente). Tiene tanto de juego como de síntoma, tanto de análisis como de apuesta. Recordemos: no hay un único canon, se hace canon al andar.