‘El gran año del cine español’ nos ha dejado un panorama bastante alentador en cuanto a la visibilidad del ‘otro cine’ en festivales internacionales, una de las asignaturas pendientes. Lo que hasta hace nada eran excepciones (Almodóvar, Serra, Laxe, Rosales) progresivamente se va afianzando como una normalización con la suma de nuevas voces. A nivel crítico, la valoración también está siendo muy positiva y casi unánime el consenso crítico en torno a esta nueva hornada de talentos, dedicando amplia cobertura y atención a este ‘otro-nuevo cine español’. Y por si fuera poco, a nivel industrial este cine está desplazándose de la periferia al centro, conquistando plaza en nominaciones a los Goya, ayudas ministeriales y participación de las televisiones.
Sin embargo, existe una desconexión brutal con el espectador. Títulos como: Pacifiction, Un año, una noche, Tenéis que venir a verla, El agua, Suro, La maternal, La consagración de la primavera, Eles transportan a morte, etc. apenas sobrepasaron los 30.000 espectadores cada una, durante el pasado año 2022. Creo que es un dato muy a tener en cuenta y del que emanan múltiples vectores: la escasa distribución de este cine, la saturación de estrenos en otoño, la ausencia de salas de autor (más allá de Galicia, Madrid y Barcelona), la cultura del evento, la orfandad de la cinefilia en provincias, el cambio de paradigma con el streaming, etc. No nos podemos conformar en certificar un diagnóstico sino ir más allá y analizar cómo se puede revertir esta situación. ¿Habría que crear una red de salas públicas alternativas, explorar otras vías de acceso más allá de la sala de cine, incentivar otro tipo de distribución…? Sea lo que sea, hay que tomar cartas en el asunto; de lo contrario, estaremos haciendo la estrategia del avestruz celebrando el gran año del cine español, obviando su invisibilidad. Siempre hay excepciones como Alcarràs, pero son eso, excepciones, no el paradigma habitual de ‘el otro cine español’.
Carlos Escolano García
Orihuela (Alicante)
