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Muchos ingredientes, elementos y texturas se funden y confunden en De noche los gatos son pardos -la ópera prima de Valentín Merz, tras los cortometrajes A Family Film y Dreaming like Louis- seleccionada en la Sección Oficial del pasado Festival de Locarno. Una cinta entre el kistch, el giallo y el softcore de los 70 made in Just Jaeckin, que le emparenta tanto con autores como Yann González -en especial su homenaje al giallo titulado Knife+Heart– o Gaspar Noé y su espiral de violencia lúdica presentada en Clímax y que en su fusión de géneros podemos encontrar también conexiones relevantes con otros trabajos presentados en esta y otras ediciones de la sección Nuevas Olas Ficción. En primer lugar con trabajos a competición como 21 y su mirada a una sexualidad fuera de los cánones establecidos y encorsetados y la censura social hacia dichas prácticas; o el pastiche multigenérico, entre el horror y el erotismo incipiente de Naçao valente; sin olvidar la ruptura de lo real y lo ficcional de la que hacía gala uno de los títulos más destacados de las Nuevas Olas Ficción de 2021: Bloodsuckers: A Marxist Vampire Comedy de Julián Radlmainer.

Así, la cinta oscila entre el rodaje de una obra de ficción dionisíaca en su representación de la sexualidad -a la que en paralelo, y a partir de secuencias cuasi-testimoniales, los protagonistas del filme hablan sin tapujos de sus deseos y preferencias sexuales- y la irrupción del horror a partir de un thriller de eminente sabor e influencia lynchiana -en especial Twin Peaks– subrayado por esos cuerpos wrapped in plastic y el uso de la música de Johnny Jewel utilizada de manera recurrente por Lynch en Twin Peaks: The Return. Una fusión que da pie a un juego formal de texturas y estilos, que van del inteligente uso del ralentí mucho más allá de la espectacularización vacua de gran parte del cine de acción contemporáneo, pasando por un naturalismo mágico en el set de rodaje, hasta que el thriller de horror con aroma de giallo da paso a un cromatismo primario donde el rojo y el azul intenso inundan los fotogramas. Pero, lamentablemente, esta apuesta antinarrativa que parte de un discurso compartido con otra película de Las Nuevas Olas, Inmotep -y su teoría acerca de la influencia de unas imágenes que se sitúan por encima de lo que conocemos por realidad, modificándola en el proceso- se encuentra muchas veces arrinconada, debido a la multiplicidad de la propuesta, en irresolubles callejones sin salida.