En una casa retirada, situada en la costa de Líbano, una familia que decidió exiliarse de la gran ciudad debe enfrentarse al gobierno por el gran incinerador de basura que instalan en sus alrededores. Y las consecuencias son inmediatas: el padre y la madre se discuten y pelean, la abuela pasea su escepticismo por un mundo que se acaba, la hija mayor se enamora del guarda que vigila el cotarro y su hermana pequeña abandona rápidamente la infancia en medio de un universo que se desmorona, sumido en el desastre ecológico. La cámara nunca sale de ese espacio, como si se tratara de una versión posmoderna de alguna obra perdida de Chejov, y los actores y actrices se enfrentan entre sí en dúos, tríos, cuartetos o incluso grandes aglomeraciones en las que todos gritan y discuten. Desde este punto de vista, Costa Brava, Lebanon podría ser una pequeña pieza de cámara sobre la vida que cambia y se transforma, sobre un país que nunca parece poder vivir en paz, sobre la relatividad de la verdad y la justicia y, por encima de todo, sobre la observación minuciosa de un universo sometido a una violenta transformación. Por si fuera poco, la evolución de la película, que pasa de la comedia costumbrista a un tono sombrío y reflexivo a medida que avanza, afianzaría esta hipótesis: este primer largo en solitario de Mounia Akla podría erigirse, a partir de aquí, en una deliciosa miniatura, un debut sensible y delicado, una ópera prima más que prometedora…
Pero hablemos de la perspectiva, si me lo permiten. Pues no me refiero a la puesta en escena, ni al estilo, ni a nada que se le parezca, por lo menos en un sentido estricto. Hablo simplemente de una cuestión de escalas y de tratamientos, de una actitud a la hora de filmar y acercarse a los actores y las actrices, de algo específicamente cinematográfico que debería traducirse en tonos, ritmos y texturas. En Costa Brava, Lebanon, los planos no hacen distinciones, tratan por igual a todos los personajes y todas las situaciones, nunca se transforman o moldean para adaptarse a los vaivenes de la trama. En Costa Brava, Lebanon, reina una arbitrariedad a veces simpática, pero en la mayor parte de las ocasiones un tanto plana y sin matices. En Costa Brava, Lebanon es el guión y el montaje quienes intentan salvar un material filmado, muchas veces, de manera rutinaria y descuidada. Por lo tanto, aprecien esta película en lo que vale, en su retrato familiar sincero y ajeno a toda tentación decorativa o sentimental. Pero no duden igualmente en reprocharle su falta de distinción visual, o de rigor en el tratamiento de personajes y decorados, pues es lo que impide que todo vaya a más, que el conjunto derive en ese tipo de propuesta que acaba quedándose en nuestra retina durante mucho, mucho tiempo.