Print Friendly, PDF & Email

Sueño de una noche de verano
Guillermo Álvarez Raposeiras.

John From zarpa como alternativa adolescente a los cuentos de Éric Rohmer, navega por el océano del realismo mágico y termina por recalar en una isla tropical invadida por la salvaje y estrambótica naturaleza de un film de Kaurismaki. La película, que toma prestado de Rohmer el carácter estacional, es un verano en la ciudad. Rita, la quinceañera protagonista, intenta sobrevivir al hastío, y al estío, creando paraísos artificiales en su balcón y en su imaginación. Se recupera de este modo el ideal romántico y escapista de lo exótico. Esta búsqueda del espacio edénico funciona como figura del escenario idílico que es la juventud. La obra hereda el espíritu neoplasticista que Agnès Varda demostraba en Du côté de la côte (1958), pero despojado de ironía. El gusto por la abstracción geométrica y el cromatismo elemental propio de las culturas primitivas que representa una máscara tribal se vuelve pop aquí al pintarse sobre la cara de la protagonista. Un pop cotidiano pero muy expresivo, listo para abalanzarse sobre nosotros, escondido en esos rincones del hipermercado que podrían ser un cuadro de Andy Warhol.

Los elementos arquitectónicos del film también se inscriben en las corrientes estéticas constructivistas. El arraigado bloque de edificios en el que vive Rita significa la prisión para ella. Su vecino encarna la isla a la que desea huir. A medida que avanza el metraje el idilio platónico adolescente se adueña de la pantalla. La fantasía toma las riendas.

La apuesta por una atmósfera colorista y mágica anticipa la conexión con Kaurismaki: intuición que se vuelve evidente en el momento en que surge la exposición a lo absurdo. El desenlace plantea la arbitrariedad de nuestras conductas sociales al intercambiar los rituales que nos son propios por otros que nos resultan ajenos. La operación puede mostrarse demagógica, pero no debemos olvidar que lo que presenciamos no es más que el sueño de una noche de verano.