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Blanca Vázquez.

En Continuidad de los parques, uno de los mejores cuentos que dio la literatura de Cortázar, uno de los personajes ‘sale’ de la novela que el protagonista está leyendo para encontrarse con su propio lector. Lector y personaje se convierten en la misma cosa, en un relato que se persigue a sí mismo. Dos relatos se cruzan entre sí en Syndrome IO, el uno sigue al otro y ambos se funden entre sí ante un público que los recibe. El espectador está contemplando un espejo, un juego de inmersiones que evoca la dicotomía entre realidad y ficción, cuestionando si son lo mismo.

Este juego de espejos forma parte de este film del colectivo Art Union Marmalade, que, concebido en un principio como un film de estudiantes con actores no profesionales de la Escuela de Nuevo Cine de San Petersburgo, logra convertirse en un ejemplar ejercicio de estilo donde la experimentación visual es la premisa principal. Esta doble dimensión de la experiencia cinematográfica sugiere también una doble lectura: por un lado, la de que el lenguaje del propio dispositivo artístico puede poner a prueba su propio código narrativo y convertirse en experiencia; y, por otro, la de que realidad y representación pueden ser la misma cosa.

Este mismo ejercicio de yuxtaposición lingüística es expresado por el colectivo desde una mirada completamente desnaturalizada de la puesta en cuadro: el encuadre fragmenta los cuerpos, recorta sus contornos confinando a los personajes en los márgenes del plano, metiéndolos en el encuadre o sacándolos de él en una intervención del fuera de campo constante, y enfocando o desenfocando puntos de interés en una voluntad de descentralizar la acción.

La violencia ejercida es la única continuidad que parece suceder a cada escena o plano de imagen, la pulsión instintiva de los impulsos más primarios y salvajes. La impresión que queda es la de asistir, una vez más, al testigo áspero de una sociedad que gravita sobre la existencia de un ‘ahora’ enfermo e ignorante, opresor, y que se ahoga en su propia involución; al síntoma de un presente que no renuncia de ser perseguido por sí mismo.