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La existencia es una plenitud que no se puede abandonar. Sentirse existir es asumir un doble aspecto de la realidad humana: la libertad, como proyecto individual y como proyecto de sí misma en un mundo habitado por otros. My Worst Enemy profundiza y cuestiona esa libertad por medio de una áspera reflexión sobre el talante metafísico y sociológico del cine en la era contemporánea. Una reflexión que no renueva la comunicabilidad entre víctimas y verdugos, sino que inaugura una comunicación sin garantías mediante la transmutación de los primeros convirtiéndolos en auténticos torturadores. Al mismo tiempo que vuelve a cuestionarse sobre la conciencia de los interrogadores, el cineasta reflexionará sobre el sufrimiento del exilio y dolor de la inmigración.

En esta segunda parte del díptico el discurso recaerá por completo en Tamadon, ahora convertido en represaliado. Un planteamiento inicial que intenta apelar a la humanidad aplazada de los agresores ya planteada en Where God Is Not, pero cayendo en interrogatorios estériles debido al trauma latente de sus nuevos torturadores. El arrebato llegará en el crepúsculo del film con la aparición de la actriz Zar Amir Ebrahimi quien, a pesar de no haber sido encarcelada, se nutre del interrogatorio que sufrió a lo largo de un año después de la vulneración de su privacidad sexual. Su total implicación y alienación serán fundamentales para expandir la meditación sobre el significado político y social en la actual crisis del cine, desvelando poco a poco una atmósfera de dominación y humillación sexual, presente en la realidad actual de Irán, difuminando la lógica temporal de la recreación para preguntarse si: “¿Está bien hacer sufrir a la gente en nombre del cine?”. Felipe Gómez Pinto