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Abrir nuevos caminos

En un momento de la fascinante Mudos testigos (Luis Ospina y Jerónimo Atehortúa Arteaga), el metraje de una supuesta película colombiana del período silente transmuta y comienza a mostrarse confusa, su argumento se desmorona y la naturaleza de las imágenes parecen hablar otro idioma. Lo que era un relato amable se ha revelado como un desafío. Por supuesto no se trata de una película antigua, sino de un collage que recorre imágenes del cine colombiano y que reformula un nuevo relato a partir de aquellas, revisando así la Colombia de esa primera mitad del siglo XX. Lo mismo ocurre con Tomorrow is a Long Time (Zhi Wei Jow): lo que parece una obra acerca de los desafíos que sortear durante la adolescencia queda partido en dos y el servicio militar, localizado en plena selva, termina por acercar la película al imaginario emotivo y alucinado de Apichatpong Weerasethakul. Como anunciaron Hitchcock o Antonioni sesenta años antes, el cine del siglo XXI fragmenta en dos las historias como forma de expresión de un lenguaje que ya no puede experimentarse con ojos inocentes.

Si bien la Sección Oficial de Las Palmas ha recuperado en sus últimas ediciones un apego hacia el relato como principal criterio con el que decidir sus títulos (otro debería ser la diversidad geográfica), este año se observa una apuesta por el cine que parte desde esos planteamientos para intentar derribarlos, o al menos ponerlos en duda.

También lo más interesante de Voyages en Italie (Sophie Letourneur) es, precisamente, su punto de no retorno: una pareja trata de salvar su relación en unas vacaciones mundanas alrededor de Sicilia hasta que, en su último tercio, la narración en tiempo presente se sustituye por los balbuceos de dos personas que hablan en pasado, que desafían a su memoria y que intentan reconstruir, sin mucho éxito, el viaje que acaban de recorrer juntos. En The Adults (Dustin Guy Defa) el relato no encuentra lo que esperaba: falta una pieza fundamental en el clásico cuento del adulto que regresa a su barrio natal y descubre que nada es como antes. A diferencia de Beautiful Girls (Ted Demme, 1996) en el barrio ya no hay adolescentes que devuelvan la esperanza por un futuro mejor. Aunque la película mire con optimismo el reencuentro entre tres hermanos que no han aprendido a comunicarse, también deja en evidencia que esta nueva generación no cree en futuros utópicos.

El epítome de esos puntos de fuga lo materializó el díptico de João Canijo, a la postre ganador de la Lady Harimaguada de Oro. Quizá el género de historias cruzadas haya perdido su fuerza comunicante (y quizás también su pertinencia) conforme nos alejamos de los inicios del milenio. Bajo ese punto de vista no es tan interesante Viver mal, centrada en los dramas de diversos clientes de un hotel, como Mal viver, construida bajo el poso dramático y la propensión al soliloquio del cine de Ingmar Bergman y dedicada a la intrahistoria de la familia que regenta ese mismo hotel.

Martin Shanly ganaba el premio a la mejor interpretación por Arturo a los 30, que también dirige, una película que juega con lo patético para convertir el intento de rememorar un día terrible en una inesperada sucesión de imposibles. De modo que durante toda la semana estuvo presente el debate sobre la pervivencia del relato. El resto de actividades paralelas del Festival también intentaron mantener vivo el debate y seguir derribando esa sensación de que, en este presente tecnificado, la historia del cine empieza a quedar lejana y distante.

Jonay Armas