Posts Tagged ‘Ted Fendt’
Classical Period (Ted Fendt)
Marta Sánchez.
A lo largo de su extensa filmografía, Woody Allen ha mostrado casi siempre un marcado interés por representar personajes cuyos diálogos giraban, en algún momento, en torno a debates culturales o intelectuales. El director Ted Fendt, en su quinto largometraje, ha sustituido el escenario de Nueva York habitual de las películas de Allen por el de Philadelphia, para narrar una historia que tiene como argumento principal la discusión intelectual entre un reducido grupo de personajes. La lectura de la Divina Comedia de Dante se erige en Classical period en auténtico leitmotiv del film, a partir del cual se articula la interacción entre los protagonistas del mismo.
En una apuesta por el realismo de sobriedad jansenista, y a través de una paleta de colores de tonalidad fría que oscila entre el marrón y el gris, la cámara muestra a los componentes de un grupo de lectura en sus diferentes encuentros: bien sea sobre las anotaciones que realizó Longfellow a la obra de Dante, sobre la poesía de Denise Levertov, el sonido de los diferentes instrumentos en una partitura de Beethoven o acerca de los techos con goteras de las casas construidas por el arquitecto Frank Lloyd Wright. En un estilo que emparenta al film con el cine de Bresson o del más contemporáneo Eugène Green, los personajes de Fendt mantienen diálogos artificiosos, sin apenas rastro de emoción y expresividad en sus interpretaciones, si bien (a diferencia de aquellos directores) en Classical Period los actores no miran directamente nunca a cámara. Esta encuadra personajes casi estáticos que, invariablemente, aparecen leyendo, hablando o escuchando a otro como únicas acciones que se registran a lo largo del film. Pero bajo este velo de intelectualidad se esconde el rostro de una galería de personajes solitarios (especialmente los de Cal y Evelyn), profundamente introspectivos y con una gran inclinación hacia la literatura y el arte, cuyas habilidades sociales se circunscriben a estos ámbitos, fuera de los cuales no son capaces de relacionarse emocionalmente.
Así, la parte ‘interna’ de estos personajes queda registrada simbólicamente a lo largo del film: tanto Cal como Evelyn aparecen en dos ocasiones situados de espaldas a la cámara, esto es, ajenos a la realidad exterior, encerrados en su mundo interior. En contraposición, los personajes de Chris y del arquitecto muestran una mejor capacidad para compaginar su vocación intelectual con la vida social (Chris interrumpe a Cal en su disertación para atender una llamada de su familia y el arquitecto abandona a la pareja formada por Cal y Evelyn para ir a comprar alcohol durante una reunión nocturna).
Como en Maridos y mujeres de Allen (Husbands and wives, 1992), donde el matrimonio formado por Sydney Pollack y Judy Davies reconocen su afinidad intelectual pero son incapaces de resolver su conflicto sexual, en Classical Period asistimos al triunfo del intelecto sobre el sentimiento, donde sus personajes no logran derribar los muros que les separan de las relaciones humanas afectivas. Son almas que transitan despacio en el Purgatorio de la soledad.
Short Stay (Ted Fendt)
El aburrimiento de hacerse mayor
Ana Torres.
Llega un tiempo en la vida en el que inevitablemente nos tenemos que hacer mayores, este momento -que no es únicamente una cuestión de edad- sucede cuando nos damos cuenta de que solo nosotros tenemos las riendas de nuestra vida; nuestros éxitos o fracasos nos pertenecen. Cuando uno comprende esa responsabilidad, irreversiblemente se ha hecho mayor. La satisfacción de hacerse a uno mismo, el mérito personal y la libertad de tomar decisiones, son aspectos con los que todos hemos soñado y que innumerables películas han ensalzado. Resulta de agradecer que Ted Fendt, director de Short Stay, no ponga el foco en las ventajas de la autonomía, sino que, por el contrario, se fije en el aburrimiento y el cansancio de tener que hacerse a uno mismo; y en el hecho de que esa capacidad de elegir, si bien existe, es a veces muy limitada.
Mike es un hombre joven que busca su sitio y afronta enormes dificultades para encontrarlo. Áreas residenciales y zonas un tanto desangeladas en barrios suburbanos de Nueva Jersey y Filadelfia configuran el entorno en el que se mueve el protagonista, quien siempre vuelve al barrio donde creció, como si intentase salir pero no lo lograse. Su estado anímico es expresado a través del espacio en el que se encuentra. Especialmente significativo resulta el regreso a la casa de su madre: Mike sentado en un vagón, de espaldas a la dirección que lleva el tren, literalmente yendo hacia atrás. Concediendo especial atención a detalles cotidianos, Fendt emplea varios recursos que van siempre en la misma dirección: dotar al film de realismo. Cada escena es un plano secuencia, lo que transmite una sensación de objetividad; el uso del sonido diegético consigue un estilo cercano al documental; y la apariencia de los actores (quienes trabajan con una naturalidad admirable) no puede ser más adecuada para el tono realista que tiene la película. Esa relación tan relevante entre el personaje y el espacio sucede en una cinta en la que, contrariamente a lo que se podría presuponer, el cambio de entorno no logra cambiar al protagonista.