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María Pérez Sanz

“YO TAMBIÉN SOY UN POCO KAREN”

Karen, el primer largo de María Pérez Sanz, ha sido una de las grandes revelaciones del Festival de Sevilla (véase nuestra crítica). Hablamos con su directora.

¿Cómo surge abordar de esa manera la figura de Karen Blixen?

De alguna manera, al principio, cuando empecé a preparar la película, Karen Blixen sólo era una excusa. Lo que más me interesaba era el retrato humano, y aunque esa mujer era Karen, bien podría ser cualquier otra mujer en una situación similar. Pero una vez empecé a sumergirme en su figura, su obra literaria, sus cartas desde África… Karen ganaba más terreno y el texto se llenaba de sus palabras. Nunca quise hacer un biopic, así que digamos que se trataba de mantener un equilibrio entre la “verdad” del personaje y mi propia visión sobre ella… Ahora me resulta difícil distanciarme de la película y saber cómo la leerán los espectadores pero para mí Christina Rosenvinge era a veces más Karen que la propia Karen.  Me temo que yo también soy un poco Karen, así como lo es mi propia madre y otras mujeres que conozco. Para mí se ha convertido en un concepto, una idea de mujer que quería representar.

¿Y de dónde procede esa estructura en viñetas o sketches, casi como esbozos de escenas más que escenas propiamente dichas?

Nunca había pensado en la idea de viñetas o sketches (hay también quien las ha llamado parábolas), pero es bastante sugerente, sí… Creo que, en ese sentido, la forma viene marcada por el guion, que se compone de pequeñas anécdotas, momentos valle, conversaciones aparentemente intrascendentes entre Karen y su criado Farah… De la frase más pequeña o más simple emergía una escena y así iba tejiéndose la película. No había causas, sólo efectos. Lo que buscábamos era más un retrato que un relato. Y así está rodada la película, como un retrato, observando a los personajes desde el lugar preciso, en el momento adecuado.

El tratamiento de la luz lo veo un poco entre el realismo y la estampa de época…

Realismo es la palabra clave para mí, en contraposición al naturalismo (que no me interesa).  A Ion de Sosa [el director de fotografía] le dije que no quería utilizar iluminación artificial porque prefería respetar la atmósfera de la casa africana de Karen, que nunca tuvo luz eléctrica. A él le encanta iluminar con espejos y aprovechar siempre la luz natural, así que estábamos en el mismo barco. Ambos, además, tenemos un gusto especial por el encuadre, creo que formamos un buen equipo. Ion es muy creativo, es puro cine… Inventó algunos artilugios interesantísimos para trabajar con la luz, como su “foco de velas” y sus esticos cosidos con paja, para que el reflejo de la hierba amarilla del verano llegase a los rostros de Christina y Alito.

El tratamiento del tiempo en la parte final, ¿cree que obliga a reconsiderar todo lo visto? 

Pienso más que el epílogo lanza la película en nuevas direcciones. Hay una idea evidente de paraíso perdido, una amistad convertida en bibelot… Ya nos advierte de eso la frase con la que se abre la película: “Dioses y hombres, todos somos así engañados…”

Karen (María Pérez Sanz). SEFF 2020 – Sección Oficial

Que nadie se lleve a engaño: Karen, el segundo largometraje de María Pérez Sanz tras Malpartida Fluxus Village, no es un biopic de Karen Blixen (más conocida como Isak Dinesen), ni tampoco una película histórica, ni mucho menos un artilugio de inspiración literaria sobre esa figura ya mítica, sobre todo desde que Sydney Pollack la popularizara en Memorias de África. El film se inspira en alguno de sus textos, sí, pero para propulsarlos hacia otra dimensión, para elaborar con ellos una serie de viñetas íntimas que no pretenden contar la existencia de Blixen en su granja africana, sino, simplemente, proponer un retrato fragmentario, sobrio y contenido y, sin embargo, siempre inmerso en una callada emoción. Y el resultado es la primera gran sorpresa de la sección oficial sevillana: no tanto una excentricidad como un desafío, Karen puede que se parezca a otras propuestas similares de los últimos años (incluso en el cine español), pero la intensidad de sus imágenes, así como el misterio que emana de ellas, la convierten en un artefacto ciertamente singular.

El punto de partida es siempre el diálogo, las conversaciones en apariencia casuales entre la rubísima escandinava y su criado africano, a quienes los rostros de Christina Rosenvinge y Alito Rodgers Jr. confieren un inesperado misterio. Se trata de una mujer que intenta encontrarse a sí misma en plena época colonial, claro está, pero eso es solo un trasfondo que se da por supuesto y en el que Pérez Sanz no pretende profundizar. Le interesa más, en cambio, partir en busca del sentido de aquello que filma, preguntarse que será de sus imágenes, de la misma manera en que también se interroga al respecto con sus personajes. Y ello se resuelve hacia el final en un plano-contraplano deslumbrante que no describiré porque, sin cambiar el sentido de la película, le añade una sorprendente complejidad, nos regala un momento de cine en estado puro (si es que aún puede hablarse de eso). No creo que me equivoque si digo que estamos ante una de las películas realmente importantes del cine español del año.