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Carlos F. Heredero.

Hoy en día quizás más que en ninguna otra época, el lenguaje de las imágenes se multiplica y se difunde por los canales más diversos y con las formas más dispares. Lo muestra con claridad el paisaje que el cine y el audiovisual en su conjunto vienen desplegando a nuestro alrededor a lo largo de los últimos meses, en realidad un mero síntoma –entre muchos otros– de una realidad que es universal y que este mes encuentra en las páginas de Caimán CdC un crisol tan heterogéneo como representativo, tan plural como estimulante.

Aquí comparecen las audaces y múltiples creaciones que el cine de vanguardia ha sabido encontrar a partir de la polisémica capacidad de la voz y del sonido para generar infinitas imágenes (las hemos visto en el certamen navarro de Punto de Vista); las dos pantallas instaladas por Albert Serra en las salas del Museo Reina Sofía, de Madrid, para interrogarse sobre la función y el lugar del espectador ante una videoinstalación contemporánea (Personalien); los ‘diálogos y filiaciones’ que nos propone el ciclo Básicos de la Filmoteca de Valencia; los fotomontajes y las resonancias de Mark Rappaport; el recuerdo –bien vivo– de las hermosas y heterodoxas imágenes de Barbara Hammer, esa imprescindible voz del compromiso entre el cine experimental y la militancia lésbica; pero también la memoria del cine clásico de Stanley Donen: una personalidad de Hollywood que supo encontrar su propio camino entre los oropeles de la industria…

Expresiones muy diferentes del lenguaje cinematográfico y audiovisual, como igualmente lo son –a su vez– los diferentes canales por los que llegan las muy distintas propuestas de la actualidad: la plataforma on demand para el visionado en streaming que acoge la recuperación del cine de aventuras a la vieja usanza en versión de J. C. Chandor (Triple frontera) o las salas que exhiben las nuevas propuestas fílmicas de cineastas como Olivier Assayas (Dobles vidas), Kirill Serebrennikov (Leto), Sergei Loznitsa (Donbass), Rita Azevedo (La portuguesa), François Ozon (Gracias a Dios) o Felipe Vega (Azul Siquier).

Frente a la siempre engañosa tentación de una nostalgia sin sentido, añorante de un paraíso que nunca existió; y al margen de estériles querellas escolásticas sobre la naturaleza de la creación fílmica contemporánea (si es cine o si es poscine, si el audiovisual ha desplazado al cinematógrafo, etc.; debate que tiene pleno sentido en el marco de la teoría y de la sociología, pero que no siempre nos ayuda a entender los plurales, apasionantes caminos estéticos y lingüísticos por los que circulan hoy en día las imágenes), lo cierto es que todos los meses, en todos los festivales y en los más diversos canales culturales y tecnológicos surgen nuevas propuestas creativas que interpelan nuestro entendimiento del cine y que colocan sobre las más diferentes pantallas –de todos los tamaños– nuevas experiencias y goces estéticos.

Por eso también recuperamos en este número de Caimán CdC la visión de un crítico tan imprescindible como Manny Farber, capaz de proponer una manera personalísima de ver y de leer el cine, de ofrecer conceptos que transgreden las categorías más asentadas y que ponen en cuestión las viejas jerarquías canónicas. Se trata de seguir pensando de manera crítica y libre, de no ceder a la fácil tentación de refugiarnos en lo ya conocido y de entender, en toda su complejidad a veces contradictoria, los múltiples derroteros del presente.