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Sofia Pérez Delgado.

Presentada por primera vez en el último Festival de Cine Europeo de Sevilla, Las aventuras de Lily Ojos de Gato es un modelo de cine low-cost. Financiada mediante crowdfunding, ha conseguido distribución por parte de Paulo Branco, una de las figuras más importantes de la producción independiente mundial. La película se desarrolla durante una noche de verano en Madrid. Los jóvenes salen a disfrutar en la medida que pueden; entre ellos Lily, que malvive con un trabajo precario, compaginándolo con alcohol y drogas. Ya en su primera película, Amanecidos (2011), codirigida con Pol Aregall (que en ésta es el encargado de la fotografía), Yonay Boix expresaba su interés por esa generación perdida entre el mundo juvenil y el adulto. En su segundo largometraje se observa una mayor madurez argumental: ya no estamos ante un grupo de veinteañeros haciendo cosas intrascendentes, sino ante una chica cerca de la treintena que alberga las dudas, contradicciones y deseos lógicos de aquellos que viven en la eterna adolescencia, sin llegar a crecer porque no saben cómo hacerlo.

Si Amanecidos se componía de episodios inconexos, de un modo similar a lo que haría posteriormente Juan Cavestany en Gente en sitios (2013), Las aventuras de Lily Ojos de Gato es una historia sin principio ni final concretos dentro de una narración más convencional, a pesar de estar construida a base de retazos de momentos más amplios, de personajes que aparecen y desaparecen. Boix solventa la escasez de medios con un estilo de formas sugestivas, como los juegos de espejos, reflejo del vacío existencial de la protagonista y de aquellos que la rodean. Un homenaje a las calles y los locales de la capital, transformado en la fábula decadente de una juventud que, en el cine, cada vez tiene un reflejo menos bohemio y más desencantado.

Publicado en Caimán CdC especial nº 4 (18), abril 2014